Moala nació en un momento donde el mundo se detuvo, pero las ideas no.
En plena pandemia, mientras muchos buscaban refugio en lo conocido, Adrián Ramírez Cantarell encontró en el chocolate una forma de volver a empezar.
El nombre Moala significa amanecer en lengua yagán. Y no es casualidad: representa el renacer de una pasión, la luz detrás de los días inciertos, y el inicio de un camino nuevo que floreció en Ushuaia, el fin —o el principio— del mundo.
Allí, entre montañas y viento austral, Adrián se instaló para liderar la pastelería del emblemático Hotel Las Hayas. Año a año, se fue adentrando en el universo del chocolate con la dedicación de un artesano y el alma de un explorador.
Cada tableta, cada figura, cada sabor que crea, cuenta una historia: la del cuidado, la búsqueda, el amor por los detalles.
Durante el aislamiento, el tiempo se volvió aliado y la técnica se perfeccionó. Así nació Moala, no solo como un emprendimiento, sino como un espacio de encuentro, calidez y belleza.
Hoy, Moala es sinónimo de arte en chocolate, pero sobre todo, es una invitación a reconectar con lo simple, lo noble y lo que nos hace bien.
Porque creemos que, incluso en los días más grises, un buen chocolate puede ser el mejor comienzo.